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La Resiliencia de Walter White



El lavavajillas se estropeó hace hoy tres meses, justamente el día después de haber comprado dos paquetes de pastillas de triple acción en oferta. Así que ahora tengo cincuenta y seis pastillas sin forma de poder consumirlas (esto en los noventa no pasaba) y encadeno cien días fregando a mano. Muchas personas de mi generación se habrían derrumbado en una situación como la que estoy pasando y correrían a comprar otro electrodoméstico con el que aliviar la carga emocional de la pérdida. Por suerte, haber roto a los siete años el Scalextric que me regalaron los Reyes Magos apenas una semana después de recibirlo, me hizo una persona con mucha resiliencia

Cuando hay que enfrentarse a un problema lo tengo claro (no soy de los que se esconden) me fumo un cigarro. En las dificultades es cuando aflora lo mejor de mí. La perseverancia de no darme nunca por vencido, el pundonor de exprimirme hasta la última de mis fuerzas y la capacidad de poner toda la carne en el asador por salir adelante, se ponga delante quien se ponga son mis mayores virtudes. Por eso, después de tantos contratiempos, puedo afirmar sin temor a equivocarme, que la solución a los males empieza con un paso muy sencillo: bajar al chino de debajo de casa a comprar una par de cigarros sueltos. Con este simple gesto no sólo comienzo a poner soluciones sino que, al mismo tiempo, pongo mi granito de arena por mejorar el mundo. Un acto romántico con el que burlarme de las garras del capitalismo de las grandes corporaciones y escapar del control del Estado. Pago con mucho gusto el sobrecoste de este lujo que me permite seguir siendo un rebelde a los cuarenta. 

Sin duda, el mayor dilema diario al que hacer frente, cigarro mediante, es el de decidir qué comer cada día. Tener dos trabajos, de los que sólo me pagan uno, no me permite sumarme a las tendencia de la comida sana y recurro a una dieta más peregrina. Como de menú por menos de tres euros: bollo pan, paquete de cuatro lonchas de queso de cabra y otro de embutido, bien empaquetado en finas lonchas, a elegir. Lo que no tiene precio es masticarlo en el despacho de mi jefe aprovechando que sale, cada mediodía, a hacer su sesión de piscina. Voy dejando pruebas fehacientes de que, por mucho que trate de enmascararlo con perfumes prét-a-porter y discursos de escuela de negocios, huele a chorizo. 

Acabo de haber la declaración de la renta. Me toca pagar. No voy a hacerlo. Que se atrevan, si quieren a embargarme la nómina y a confiscar los electrodomésticos que no funcionan. Aquí les espero, tengo tabaco suelto, Netflix y dos bolsas de pastillas sobre los que construir un imperio.
La Resiliencia de Walter White Reviewed by Ignacio Bellido on 20:29 Rating: 5

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