Una Breve Historia de Amor que Duró toda la Vida
Hace unos días fui a comer con un amigo. Tenía algo nuevo
que contarme. Se pasó toda la comida hablando maravillas de una persona nueva
que había entrado en su vida. Se trataba de una chica que había conocido unos
meses atrás en un congreso y con la que seguía manteniendo el contacto vía
Whatsapp. Desde entonces se escriben a diario pero aún no se han acostado.
Agradecí que llegara el momento del café para así poder
hablar con franqueza y el terreno despejado. Tenía la impresión de que estaba
ante un momento importante. “Y ¿de qué
habláis todos los días?”. “No es que
hablemos todos los días –me corrigió-, es que cada mañana al despertar ya me ha
dejado un mensaje de buenos días y, en cuanto podemos, ya nos estamos
escribiendo algo y, antes de acostarnos, no hay noche que no nos llamemos”.
Debió de sorprenderse de mi cara desde el otro lado de la trinchera. “Pero, por el momento, no vamos más lejos ni
tampoco sé a dónde queremos llegar”.
Escuchándole caí en la cuenta de algo que se repite de forma
irremediable en nuestras vidas. No sabemos cómo ni cuándo pero, de repente, te
ves dentro de una historia de la que eres parte. Quiero decir, que uno se ve
formando parte de un capítulo de una historia de la que no sabías que existía.
Porque las historias tienen la virtud de formarse sin que uno se dé cuenta y
elige formar parte de ella. No, simplemente, te ves metido en ella y, normalmente,
nunca sabes cómo acabará. Por eso nos gustan las historia, porque tienen un
final que, de entrada, muy pocas veces sabemos, al igual que no sabemos dónde
está el principio.
“La verdad es que
escribirse y hablar con alguien que te hace sentir bien es de las mejores cosas
que nos pueden suceder”. Igualmente lo es hacerlo todos los días y
contárselo todo, se puede decir que esto es un indicador claro de que se ha
comenzado, a todas luces, una historia sentimental, aunque aún no hubiesen
llegado a acostarse.
Sin embargo, detecté en mi amigo un error muy común:
inventarnos cuentos para, acto seguido, empeñarnos en vendérselos a los demás.
Nos engañamos diciendo que, aunque intercambiemos más de cien mensajes diarios
con una persona y no sabemos cuántas fotografías, buscamos momentos fugaces en
los que escaparnos donde poder engancharnos de nuevo a través del teléfono de
la persona de la que somos adictos y, aún así, negamos que tengamos nada serio
con esa persona porque aún no nos hemos acostado con ella. Cuando ver que ha
cambiado su foto de perfil nos encoge el estómago, descubrir que está en línea
nos corta la respiración como si nos asomásemos a un acantilado y ver aparecer
en color verde la palabra escribiendo… nos inyecta de luz la mirada, en ese
momento, podemos decir sin temor a equivocarnos que estamos viviendo algo con
esa persona.
“¿Y tu mujer no se ha
dado cuenta de nada?” le pregunté justo antes de levantarnos. No dijo nada,
sacó la cartera y pagó la cuenta. Han pasado más de tres meses desde entonces y
sigo sin verle ni saber nada de él. Así es como sabes que las historias se han
terminado, que ha llegado el punto y final, cuando lo único que aciertas a oír
es el silencio.
Una Breve Historia de Amor que Duró toda la Vida
Reviewed by Ignacio Bellido
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20:41
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