Relaciones de Pareja: Del Enamoramiento a la Rotura del Hechizo
Rodeado como me encuentro en el Kiosnacio de revistas del
corazón he caído en la cuenta de que hasta el momento no he tratado el universo
del amor y las relaciones de pareja. Si bien es cierto que algunos post han
hecho referencia al poder del deseo sexual y de la atracción en las relaciones
sociales y laborales, falta ahondar en los esquemas básicos del amor.
El primer paso sería definir el concepto de amor, tarea que
delegaré en poetas y líricos que tantas veces a lo largo de la historia le han
cantado y rondado, aunque aportaré mi granito de arena ofreciendo la que recogí
en un curso sobre relaciones de pareja que ofertó la Universidad de Salamanca y
que decía que el amor es el estado de equilibrio de los pilares que sustentan
una relación: deseo, intimidad y compromiso. Tengamos presente la diferencia
entre una relación de pareja sustentada en el amor y otra que se encuentra en
sus albores, inmersa en plena fase de encantamiento, en la que pensando en la
persona amada no se hace necesario dormir para estar soñando.
Esta primera etapa de una relación de pareja se sustenta
únicamente en la atracción. Los miembros de la pareja se siente fuertemente
atraídos ya que obtienen el uno del otro inversiones sentimentales complejas:
me ama, es amable, es atento, es cortés, es cariñoso… Lo más importante en esta
fase es estar con la otra persona, porque en su compañía uno se siente más e
incluso se trasciende a sí mismo. Se vive en esta etapa la vida de uno y la que
representa en su mente en compañía de la persona amada.
Superada la fase de atracción se activa el deseo. Deseo
despertado por que se ha alcanzado la certeza de haber encontrado a nuestro
príncipe azul o la princesa de nuestros sueños. En esta etapa ya no nos
contentamos con la admiración hacia el ser amado, sino que incorporamos el
aprecio y la sobrevaloración de todo lo que nos sucede. Durante este tiempo
apreciamos todo lo que nuestra pareja es capaz de hacer aunque antes de
conocerle detestásemos esos comportamientos que ahora en él desatacamos.
Cuántas chicas adolescentes no se han enamorado del macarra de turno tan
alejado de los estereotipos de príncipe azul que las películas Disney trataban
de inculcarle. Me vienen a la mente iconos adolescentes como Quimi de la serie
Compañeros, Dylan de Sensación de Vivir o, uno más actual, Mario Casas
interpretando el papel de Hache en Tres metros bajo el cielo.
El deseo da paso a la formación de certezas, es decir, a la
creación de una atmósfera de seguridad en las que las rutinas se instalan. La
incertidumbres se diluye y lo que queremos es encontrar un estado de equilibrio
y de previsibilidad en el otro y en las tareas que compartimos. Descubrir algo
nuevo en el otro o hacer cosas diferentes deja de ser visto como algo
divertido. Queremos saber lo que haremos, a dónde iremos, con quién
compartiremos el tiempo y cuánto tiempo dedicaremos a cada una de las tareas.
Las expectativas se han apoderado de la relación y demandamos al otro ciertas
acciones como si fueran nuestros derechos y sus deberes para con nosotros. El altruismo
de la etapa inicial ha desaparecido, ya no se aprecia una conducta, una
palabra, un gesto como un regalo, como un acto generoso que el otro tiene
conmigo, sino que su desaparición es interpretada como un incumplimiento de una
obligación como pareja. La desilusión se instala en la pareja y la tonalidad
rosa con la que se veía la relación muta a colores menos luminosos.
Lo que hasta hace poco amábamos se transforma en motivos de
desprecio y rechazo. Tratamos como negativo todo lo que nuestra pareja hace.
Es, en este momento, cuando la pareja está a punto de atravesar la frontera que
determinará el devenir de su futuro en común. Todo parece dirigirse hacia la
separación. Las valoraciones del otro y sus reciprocidades son todas de
carácter negativo. El gesto que antaño nos despertaba ternura, ahora sólo nos
genera asco. El tiempo de encuentro ha dejado de asociarse al placer para
hacerlo con el sufrimiento. Pero no todo está perdido. Es posible, aún habiendo
traspasado la frontera, reconducir la relación. La condición a cumplir es
reconducir la situación hacia un estado de neutralidad, es decir, salir del
bucle de negatividad sin por ello entregarse al otros extremo del mundo color
de rosa. Desde este estado neutral será posible hacer un balance más ajustado a
la realidad de la relación y comenzar a idear soluciones que pasarán por la
puesta en práctica de nuevos comportamientos.
Relaciones de Pareja: Del Enamoramiento a la Rotura del Hechizo
Reviewed by Ignacio Bellido
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17:32
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Interesante entrada sobre el amor en la pareja. Una definición kantiana de amor sería "convertir en mios los fines de otro" esto estaría relacionado con el pilar del compromiso que mencionas. ¿Cómo saber si realmente se ama a alguien? la respuesta que nos pueda dar una pista es: amar a una persona es querer hacer cosas juntas con ella.
ResponderEliminarBuena pregunta que sólo puede ofrecer respuestas inciertas o, mejor dicho, incompletas. Acaso ¿amamos todos de la misma manera?, ¿decimos todos qué amamos con las mismas palabras? ¿qué hechos tornan creíble a la afirmación: "te amo"?... Como decía Saint-Exupery, complementando la respuesta que das, "amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección".
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