Culo Veo, Culo Quiero: el café de George Clooney
Muchas de nuestras decisiones las tomamos a partir de la
observación del comportamiento de los demás: la manera de caminar, la música
que escucharemos, el champú que emplearemos, la marca de vehículo que
conduciremos o la discoteca en la que bailaremos. Creemos, según parece, que
los demás saben más de lo que queremos que uno mismo. Es el poder de la presión
del grupo, factor que influye en nuestro comportamiento en mayor medida de los
que nos empeñamos en afirmar.
La imitación es una estrategia adaptativa que nos ha
permitido, como especie, aprender a resolver situaciones problemáticas y, con
el desarrollo del lenguaje, construir las diferentes culturas que a lo largo de
la historia han existido y existen. Imitar lo que otros hacen nos permite
adaptarnos y aproximarnos a los resultados que vemos que ha alcanzado a quien
hemos visto ejecutar la conducta.
Imitamos para ser aceptados ya que con ello nos garantizamos
formar parte del grupo y con ello el acceso a muchos recursos. Una vía de
imitación es el consumo y nuestros hábitos de compra, los productos que
añadimos a la cesta de la compra. La decisión acerca de qué será lo que
compraremos estará determinada por lo que observamos y sabemos que otros
compran. En definitiva, queremos lo que otros tienen y nuestras decisiones van
condicionadas por este deseo.
Una primera muestra de este deseo de querer lo que otros
quieren y del poder de la presión de grupo sucede cuando, de pequeños,
escribimos nuestra carta a los Reyes Magos. En ella, la presión del grupo está más que presente y trastornará sobremanera
la conducta de los padres durante un tiempo. Cada período navideño un juguete
parece, como por arte de magia, el objeto de deseo de todos los niños y la
cruzada en la búsqueda del Santo Grial para los esforzados padres. Recuerdo juguetes
como el Simon con su secuencia de luces por recordar, los GusyLuz, la GameBoy,
el Tamagochi, Epi Cosquillas, el Furby, el patinete de metal o las muñecas
Monster High, por lo que muchos adultos han llegado a sufrir la epidemia del
regalo de moda por lo que su comportamiento se vuelve de todo menos previsible
y adecuado.
La búsqueda del juguete de moda actúa de forma repentina,
actúa como algo de corta duración pero muy pasajero. Se repite cada año,
especialmente, a lo largo de las dos últimas semanas del año. La razón es que
los padres no pueden convivir con el sentimiento de culpa de fallar a sus hijos
privándoles del regalo que tanto ansían para poder mostrárselo a sus amigos y
decirles “soy como vosotros porque también tengo este juguete”.
La presión de grupo tortura, por tanto, a niños y adultos.
Unos porque quieren poder compartir sus experiencias de juego con sus
semejantes, los otros porque, a través del poder del boca a boca mientras se
espera que los niños salgan de la escuela, de repente un juguete pasa a
convertirse en un objeto muy valioso debido a que pensamos “si tanto gente lo
quiere debe ser por algo”. Aparece entonces el miedo a que estemos privando a
nuestros hijos de algo fascinante y, claro está, como padres queremos ser recordados como los proveedores y
facilitadores de los mejores momentos de la vida de cada uno de nuestros hijos.
Ese miedo, unido a la
culpa, el remordimiento, junto al hecho de creer que si no compramos el juguete,
podríamos estar privando a nuestros infantes de momentos maravillosos que
pueden desencadenar en frustraciones que se manifestarán conforme vaya
creciendo lleva a la idiotización de muchos adultos al cruzar el umbral de una
tienda de juguetes. Un gran ejemplo lo encontramos en la película Un Padre en Apuros protagonizada por Arnold Schwarzenegger.
Imitamos no sólo lo que otros hacen sino también que
copiamos sus deseos. Queremos lo que los demás quieren, hacemos lo que los
demás hacen. Por tanto, cuanto más popular es un deseo o un producto más
condicionadas estarán nuestras decisiones, las decisiones de compra no escapan
a esto. Miremos a nuestro alrededor y observemos la cafetera que tenemos en la
cocina. ¿Por qué decidimos comprarla o por qué nos la regalaron? Presión de
grupo.
Como dice Vanexxa en su canción Superguay: “yo sólo quiero
se guay y que todos me quieran”.
Culo Veo, Culo Quiero: el café de George Clooney
Reviewed by Ignacio Bellido
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15:52
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De acuerdo en todo, pero que conste; no copio a naide e deninguno...
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