Primera Impresión: La Belleza del Contexto
Los seres humanos orientamos nuestra
conducta con los demás en base a la primera impresión que nos causa. En apenas
cinco minutos habremos hecho un juicio acerca de una persona que acabamos de conocer
y que determinará, desde ese momento, nuestra relación con ella. Este juicio no
sólo sucede con personas sino que también lo hacemos con los objetos y
situaciones que nos rodean. En este primer encuentro lo que hacemos es una
atribución de valor, es decir, encuadraremos a esa persona u objeto de un
conjunto de cualidades y características basadas en un valor percibido y, por
tanto eminentemente subjetivo, y no en datos objetivos.
Un claro ejemplo de cómo funciona la
atribución de valor y la formación de impresiones nos lo ofrece el estudio de
campo realizado por el periódico The Washington Post en el que veremos cómo la
belleza puede pasar desapercibida. Este estudio consistió en hacer tocar a
Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, en el metro ataviado de
unos pantalones vaqueros, una camiseta, una gorra de beisbol y su violín
Stradivarius. La actuación de Bell se alargó durante cerca de cuarenta y cinco
minutos, tiempo durante el que interpreto varias de las piezas más exigentes y
cerca de mil personas pasaron por delante suyo. Sin embargo, no hubo aplausos,
apenas nadie se paró a escuchar el concierto gratuito que Bell estaba
ofreciendo. ¿Cómo es posible que los pasajeros del metro de Washington no
apreciasen y cayesen en la cuenta de oportunidad única que se les presentaba para disfrutar gratis del talento uno de los mejores violinistas del mundo?
Sencillamente porque los pasajeros asignaron el valor de la actuación que se
les presentaba en base a los rasgos que percibieron: unos pantalones vaqueros,
una camiseta, una gorra de beisbol y el lugar de la actuación: el metro; no
tenían la percepción de estar presenciando un concierto único, sino,
simplemente música callejera. La recaudación de Bell fue de 32$, lo cual no
deja de ser curioso ya que, apenas tres días antes, había llenado el auditorio
Boston a un precio de 100$ la butaca.
El caso de Joshua Bell muestra cómo la primera impresión y la
impulsividad a la hora de etiquetar conducen a ignorar datos objetivos que
puedan contradecir el juicio que hemos realizado. Pero éste no es el único
problema al que nuestros juicios nos conducen. Existe otro sesgo psicológico
capaz de predecir el comportamiento o la experiencia que vamos a vivir cuando
nos encontramos con una persona o situación que ya ha sido etiquetada, no
necesariamente por uno mismo: la profecía autocumplida.
Son numerosas las situaciones en las
que este sesgo interviene. En el puesto de trabajo nuestro rendimiento va en
consonancia con la valoración que el jefe tiene de nosotros. Si se tiene la
suerte de trabajar para un jefe que valora nuestro trabajo, trabajamos de tal
manera que tendemos a cumplir con las expectativas que tiene depositadas en
nosotros. Por lo que la profecía autocumplida opera a los dos niveles: el jefe
verá aquella parte de nuestro trabajo acorde con el juicio que tiene de nosotros:
ordenado, puntual, riguroso… y, cada uno de nosotros, realizará su tarea de
manera que resalten esas cualidades por las que el jefe nos estima. Lo mismo
sucede en el caso inverso, si nuestro jefe es un tirano y nos considera, como
mucho, un cero a la izquierda, nos sentiremos unos incompetentes y nuestro
desempeño laboral irá en consonancia con lo que el jefe piensa de nosotros.
Como vemos, la profecía autocumplida es un proceso circular, nos comportamos en
función de cómo nos han juzgado, y nos
juzgan en virtud de cómo hemos actuado.
¿Cómo afectan las profecías
autocumplidas a la hora de comprar? La fórmula más sencilla es ver cómo nos
comportamos respecto a los productos en función de su precio. Cuanto más caro
es un producto mayores cualidades positivas le otorgamos: calidad, durabilidad,
resultados… y, toda vez que lo utilicemos, viviremos la experiencia de relación
o uso del producto de tal manera que nos permita elaborar los argumentos que
justifiquen dicha elección. Cuando compramos una cara botella de vino y nos decidimos
a degustarla estaremos más predispuestos a encontrar las virtudes que ensalcen
al caldo y justifiquen el elevado precio que hemos pagado por él. No tendremos
en cuenta que si lo disfrutamos como algo excepcional quizá se deba a que lo
estamos haciendo en una ocasión especial, rodeados de personas con las que nos
sentimos felices y rodeados de una comida muy elaborada, y no tanto al precio
que hemos pagado por él. Quizá, si hubiésemos optado por una botella con un
precio notablemente inferior la experiencia habría sido distinta, pero ¿se
debería a la calidad del vino, a la situación en la que lo disfruté o al precio
que pagué por él?
Primera Impresión: La Belleza del Contexto
Reviewed by Ignacio Bellido
on
11:17
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