Fútbol y Emoción: La Historia más emotiva del Mundo del Fútbol
Matt Busby era el técnico del Manchester United el 6 de febrero de 1958. El equipo que por entonces entrenaba estaba
llamado a ser uno de los mejores equipos de fútbol de la historia, destinado a
romper la hegemonía del Real Madrid en la recién creada Copa de Europa,
competición en la que el conjunto blanco había salido vencedor en las dos
ediciones disputadas.
Se trataba de un equipo repleto de jóvenes talentos. Por segundo año consecutivo habían alcanzado las semifinales. Este año lo lograron tras empatar a tres goles en el estadio del Estrella Roja de Belgrado. Los noventa minutos de partido habían sido un nuevo homenaje al fútbol de ataque de los “Busby Babes”. Al descanso el marcado reflejaba un marcador de cero a tres a favor del equipo manchesteriano.
Sin embargo, un joven balcánico de 20 años, Sekularac, considerado el mejor jugador yugoslavo de la época se hizo con el mando del partido. Regate a regate llevó a su equipo a lograr el empate a falta de pocos minutos para el final del partido. No fue suficiente, la victoria del United en el partido de ida hacía que el equipo de Manchester lograse pasar de ronda. Allí les esperaba ya el todopoderoso Milán y, si conseguían deshacerse del aguerrido conjunto italiano, la esperadísima final frente al Real Madrid.
Llegados a esa altura de la competición, los jugadores del United sabían que no eran el mejor equipo. Tenían sus carencias. Su exceso de ímpétu les hacía llegar a los finales de partido reventados de cansancio, buscar la diversión a la hora de jugar les llevaba a cometer imprudencias que terminaban por convertirse en goles en contra. No era el equipo más disciplinado pero sí el más querido. Por su juventud, por su humildad y por carisma.
Se trataba de un equipo repleto de jóvenes talentos. Por segundo año consecutivo habían alcanzado las semifinales. Este año lo lograron tras empatar a tres goles en el estadio del Estrella Roja de Belgrado. Los noventa minutos de partido habían sido un nuevo homenaje al fútbol de ataque de los “Busby Babes”. Al descanso el marcado reflejaba un marcador de cero a tres a favor del equipo manchesteriano.
Sin embargo, un joven balcánico de 20 años, Sekularac, considerado el mejor jugador yugoslavo de la época se hizo con el mando del partido. Regate a regate llevó a su equipo a lograr el empate a falta de pocos minutos para el final del partido. No fue suficiente, la victoria del United en el partido de ida hacía que el equipo de Manchester lograse pasar de ronda. Allí les esperaba ya el todopoderoso Milán y, si conseguían deshacerse del aguerrido conjunto italiano, la esperadísima final frente al Real Madrid.
Llegados a esa altura de la competición, los jugadores del United sabían que no eran el mejor equipo. Tenían sus carencias. Su exceso de ímpétu les hacía llegar a los finales de partido reventados de cansancio, buscar la diversión a la hora de jugar les llevaba a cometer imprudencias que terminaban por convertirse en goles en contra. No era el equipo más disciplinado pero sí el más querido. Por su juventud, por su humildad y por carisma.
La clasificación para las semifinales la celebraron a lo grande desde que el árbitro pitó el final del patido, El viaje de regreso desde Belgrado fue una fiesta continua. Las cervezas, las carcajadas y el optimismo se desbordaba en e vuelo de regreso. A media noche, el avión en el que viajaban paró en Munich para reabastecerse de combustible. Se trataba de una tarea
rutinaria que era vivida por los jugadores como una excusa para seguir
celebrando la victoria y hacer pronósticos de cara a los próximos partidos.
Las partidas de cartas, regadas con abundante alcohol, lograban que el ambiente distendido y de concordia continuase horas después del empate en Belgrado y hacían más llevadera la larga espera en el aeropuerto.
Sin embargo, algo de repente perturba este clima de jovialidad y desenfreno. Dos intentos fallidos de despegue muta la expresión de los rostros de todos los integrantes de la expedición. Los jugadores y el cuerpo técnico no las tienen todas consigo. El peligro que suponía la lluvia helada que esa mediodía caía sobre Munich instaló el nerviosismo y la impaciencia en la expedición.
Tras muchas más horas de deambular por el aeropuerto los jugadores cansados tras el esfuerzo del partido de la noche anterior y pasar la noche en vela en el aeropuerto proponen posponer el vuelo de regreso hasta que la situación mejore. El comandante del avión insiste en que no hay peligro y que el despegue definitivo tendrá lugar en unos minutos. A las 15:04 se inicia el tercer intento de despegue.
Bobby Charlton, una de las jóvenes estrella del equipo, se instala de nuevo en su asiento. No se ha quitado el abrigo, una corriente de frío intenso se ha instalado en su sangre y está convencido que, finalmente, el despegué será abortado. Finalmente, tras varios minutos en el que los motores han estado rugiendo esperado el permiso de la torre de control el Elizabethan Class consigue alzar el vuelo.
El avión va recorriendo la pista de aterrizaje a toda velocidad pero algo no marcha bien. El final de la piesta se acerca y aún no ha conseguido ganar altura. Las ruedas se separan por fin del asfalto. Demasiado tarde. El piloto no puede evitar la colisión con los árboles del bosque aledaño y arrastrar consigo la casa que indican el final de pista. Trescientos metros después de su arrancada, el vuelo 609 de la British Airways se estrella dejando un reguero de veintidós fallecidos y veintiún heridos.
Las partidas de cartas, regadas con abundante alcohol, lograban que el ambiente distendido y de concordia continuase horas después del empate en Belgrado y hacían más llevadera la larga espera en el aeropuerto.
Sin embargo, algo de repente perturba este clima de jovialidad y desenfreno. Dos intentos fallidos de despegue muta la expresión de los rostros de todos los integrantes de la expedición. Los jugadores y el cuerpo técnico no las tienen todas consigo. El peligro que suponía la lluvia helada que esa mediodía caía sobre Munich instaló el nerviosismo y la impaciencia en la expedición.
Tras muchas más horas de deambular por el aeropuerto los jugadores cansados tras el esfuerzo del partido de la noche anterior y pasar la noche en vela en el aeropuerto proponen posponer el vuelo de regreso hasta que la situación mejore. El comandante del avión insiste en que no hay peligro y que el despegue definitivo tendrá lugar en unos minutos. A las 15:04 se inicia el tercer intento de despegue.
Bobby Charlton, una de las jóvenes estrella del equipo, se instala de nuevo en su asiento. No se ha quitado el abrigo, una corriente de frío intenso se ha instalado en su sangre y está convencido que, finalmente, el despegué será abortado. Finalmente, tras varios minutos en el que los motores han estado rugiendo esperado el permiso de la torre de control el Elizabethan Class consigue alzar el vuelo.
El avión va recorriendo la pista de aterrizaje a toda velocidad pero algo no marcha bien. El final de la piesta se acerca y aún no ha conseguido ganar altura. Las ruedas se separan por fin del asfalto. Demasiado tarde. El piloto no puede evitar la colisión con los árboles del bosque aledaño y arrastrar consigo la casa que indican el final de pista. Trescientos metros después de su arrancada, el vuelo 609 de la British Airways se estrella dejando un reguero de veintidós fallecidos y veintiún heridos.
Siete son los jugadores los fallecidos por el siniestro. Entre los supervivientes, un inglés de veintiún años recién cumplidos, llamado a ser el mejor jugador de
todos los tiempos: Duncan Edwards.
Es el futbolista más querido por la afición inglesa. Un medio izquierdo con una depurada técnica, un control total del balón en el golpeo y una capacidad innata para encontrar el gol en el momento más inesperado.
Se habían cumplido tres años desde que debutó con la selección inglesa frente a Escocia en una espectacular victoria por 7-2. Duncan amaba el fútbol por encima de todas las cosas. Vivía para jugar. La temporada anterior disputó 95 partidos repartidos entre sus compromisos con el United, la selección y el equipo del ejército inglés.
El accidente le reventó un riñón, Cuarenta y ocho horas después era sometido a un transplante para salvar su vida. Su cuerpo rechazó el nuevo órgano, un riñón que no llevaba consigo su amor por este deporte. Tras quince días de agonía, Edwards, fallece en el hospital de Munich víctima de los traumatismos y las heridas que le causaron un sinfín de hemorragias que, lentamente, se apoderaron de su cuerpo.
Es el futbolista más querido por la afición inglesa. Un medio izquierdo con una depurada técnica, un control total del balón en el golpeo y una capacidad innata para encontrar el gol en el momento más inesperado.
Se habían cumplido tres años desde que debutó con la selección inglesa frente a Escocia en una espectacular victoria por 7-2. Duncan amaba el fútbol por encima de todas las cosas. Vivía para jugar. La temporada anterior disputó 95 partidos repartidos entre sus compromisos con el United, la selección y el equipo del ejército inglés.
El accidente le reventó un riñón, Cuarenta y ocho horas después era sometido a un transplante para salvar su vida. Su cuerpo rechazó el nuevo órgano, un riñón que no llevaba consigo su amor por este deporte. Tras quince días de agonía, Edwards, fallece en el hospital de Munich víctima de los traumatismos y las heridas que le causaron un sinfín de hemorragias que, lentamente, se apoderaron de su cuerpo.
Dos días antes de la muerte de Duncan Edwards el Manchester
United volvió a disputar un partido. La vida debía continuar para los diablos
rojos. El 19 de febrero de 1958 el Manchester tenía que enfrentarse al
Sheffield Wednesday en Old Tratford.
En el estadio, las gradas abarrotadas, más de setenta mil espectadores se congregan en el estadio en lo que se convierte en un sentido homenaje a los fallecidos y heridos en Munich. Toda la afición inglesa, ese día, apoyaba a un solo equipo: el Manchester United.
A la hora de dar la alineación, los periodistas y aficionados se encuentran que, en lugar de los nombres de los once jugadores que han de saltar al campo, aparecen once espacios en blanco. En el campo, dos de los supervivientes, el portero Gregg y Bill Foulkes, junto con otros jugadores de la cantera y un puñado de fichajes recién llegados salen del vestuario con el alma encogida. En el banquillo James Murphy, asistente de Matt Busby, con el encargo de reconstruir el equipo mientras éste se recuperaba de sus graves heridas.
En el estadio, las gradas abarrotadas, más de setenta mil espectadores se congregan en el estadio en lo que se convierte en un sentido homenaje a los fallecidos y heridos en Munich. Toda la afición inglesa, ese día, apoyaba a un solo equipo: el Manchester United.
A la hora de dar la alineación, los periodistas y aficionados se encuentran que, en lugar de los nombres de los once jugadores que han de saltar al campo, aparecen once espacios en blanco. En el campo, dos de los supervivientes, el portero Gregg y Bill Foulkes, junto con otros jugadores de la cantera y un puñado de fichajes recién llegados salen del vestuario con el alma encogida. En el banquillo James Murphy, asistente de Matt Busby, con el encargo de reconstruir el equipo mientras éste se recuperaba de sus graves heridas.
Un silencio sepulcral se instala en las gradas del Teatro de
los Sueños cuando se anuncia por megafonía que se va a emitir un mensaje de
Matt Busby desde el hospital de Munich.
Se trata del momento más emotivo de la historia del fútbol. Busby con voz profunda y sentida lanza un mensaje de esperanza, de fe en el futuro. Una arenga dirigida no sólo a los aficionados y a los jugadores que, entre lágrimas, aguardaban el mensaje en el terreno de juego, sino a todo un país que se encontraba en estado de shock tras la tragedia. Sus palabras inundan los corazones de Old Tratford:
“Damas y caballeros, les hablo desde una cama del hospital de Munich. Después del accidente sufrido hace aproximadamente un mes, les alegrará saber que los jugadores que quedan y yo mismo nos vamos reponiendo poco a poco. Muchos de nuestros chicos se han quedado en el camino. Lloramos por ellos, les recordaremos siempre. Con los que quedamos en pie y los que lleguen a ayudarnos, les regalaremos lo que era suyo. El Manchester United se levantará y volverá a ser campeón”.
Se trata del momento más emotivo de la historia del fútbol. Busby con voz profunda y sentida lanza un mensaje de esperanza, de fe en el futuro. Una arenga dirigida no sólo a los aficionados y a los jugadores que, entre lágrimas, aguardaban el mensaje en el terreno de juego, sino a todo un país que se encontraba en estado de shock tras la tragedia. Sus palabras inundan los corazones de Old Tratford:
“Damas y caballeros, les hablo desde una cama del hospital de Munich. Después del accidente sufrido hace aproximadamente un mes, les alegrará saber que los jugadores que quedan y yo mismo nos vamos reponiendo poco a poco. Muchos de nuestros chicos se han quedado en el camino. Lloramos por ellos, les recordaremos siempre. Con los que quedamos en pie y los que lleguen a ayudarnos, les regalaremos lo que era suyo. El Manchester United se levantará y volverá a ser campeón”.
Ese día el Manchester vence al Sheffield por 3-0 ante una
multitud emocionada.
Tres meses después Busby, acarreando una muletas, está de vuelta en el banquillo para dirigir a su equipo. Desde el accidente el United deambula por la Liga, apenas ha sido capaz de ganar un partido de los catorce disputados tras la tragedia de Munich. Pese a eso el equipo debe disputar la final de Copa inglesa en Wembley.
Se enfrentan el Manchester United y el Bolton Wanderers. Ese día, los jugadores del United saltan al campo con su uniforme habitual: camiseta roja, pantalón blanco y medias negras. Un detalle diminuto, un símbolo que sir Matt Busby decide incorporar a última hora cambiará para siempre el ánimo del equipo. En el escudo del equipo aparece ahora un ave fénix resurgiendo de sus cenizas. Es Foulkes el primero en descubrirlo, rápidamente se lo enseña a todos sus compañeros. Los jugadores saltan al campo, con el ánimo recobrado, una poderosa energía ha invadido su cuerpo y se traslada a cada uno de sus músculos mientras los aficionados cantan el himno Abide with me (Resiste junto a mi), una canción que apela a la esperanza en momentos de oscuridad y zozobra.
Los corazones de toda Inglaterra están sobrecogidos y unidos en el recuerdo aún vívido de los fallecidos en el accidente. Todos los espectadores perciben que hay algo nuevo, una ilusión rescatada, una convicción que está de regreso en las miradas de los jugadores del United. Nadie duda de qué equipo se hará con la victoria.
Tres meses después Busby, acarreando una muletas, está de vuelta en el banquillo para dirigir a su equipo. Desde el accidente el United deambula por la Liga, apenas ha sido capaz de ganar un partido de los catorce disputados tras la tragedia de Munich. Pese a eso el equipo debe disputar la final de Copa inglesa en Wembley.
Se enfrentan el Manchester United y el Bolton Wanderers. Ese día, los jugadores del United saltan al campo con su uniforme habitual: camiseta roja, pantalón blanco y medias negras. Un detalle diminuto, un símbolo que sir Matt Busby decide incorporar a última hora cambiará para siempre el ánimo del equipo. En el escudo del equipo aparece ahora un ave fénix resurgiendo de sus cenizas. Es Foulkes el primero en descubrirlo, rápidamente se lo enseña a todos sus compañeros. Los jugadores saltan al campo, con el ánimo recobrado, una poderosa energía ha invadido su cuerpo y se traslada a cada uno de sus músculos mientras los aficionados cantan el himno Abide with me (Resiste junto a mi), una canción que apela a la esperanza en momentos de oscuridad y zozobra.
Los corazones de toda Inglaterra están sobrecogidos y unidos en el recuerdo aún vívido de los fallecidos en el accidente. Todos los espectadores perciben que hay algo nuevo, una ilusión rescatada, una convicción que está de regreso en las miradas de los jugadores del United. Nadie duda de qué equipo se hará con la victoria.
Los pronósticos fallan. El Manchester pierde por 2-0 un partido envuelto en la
polémica. Los aficionados de todo el país claman contra el árbitro. El segundo gol es conseguido merced a un empujón de Lofthouse
sobre el portero Harry Gregg que entra con el balón dentro de la portería.
Los jugadores del United están abatidos en e vestuario, las lágrimas afloran, sienten que han defraudado a su afición, que han diluido la esperanza de todo un país. En el viaje de regreso en autobús nadie osa romper el silencio. A primera hora de la mañana llegan a la ciudad de Manchester al tiempo que van desperezándose. La sorpresa se instala en los pasajeros. Las calles han sido invadidas por miles de personas se han lanzado a las calles para recibirles. El asombro y las lágrimas se apoderan nuevamente de la plantilla del United. Lágrimas de orgullo que an venido a sustituir al llanto de rabia de las horas anteriores.
Los jugadores del United están abatidos en e vestuario, las lágrimas afloran, sienten que han defraudado a su afición, que han diluido la esperanza de todo un país. En el viaje de regreso en autobús nadie osa romper el silencio. A primera hora de la mañana llegan a la ciudad de Manchester al tiempo que van desperezándose. La sorpresa se instala en los pasajeros. Las calles han sido invadidas por miles de personas se han lanzado a las calles para recibirles. El asombro y las lágrimas se apoderan nuevamente de la plantilla del United. Lágrimas de orgullo que an venido a sustituir al llanto de rabia de las horas anteriores.
Diez años después, el 29 de mayo de 1968, el Manchester vuelve a disputar una nueva final en
Wembley. Se enfrentan, el Manchester
United y el Benfica de Eusebio. Los dos equipos pelean por hacerse, por primera vez, con la Copa de Europa.
Al finalizar el tiempo reglamentario el resultado es de empate a uno. Pese a haberse adelantado por mediación de Charlton, a falta de quince minutos para el final el equipos lisboeta consiguió empatar y, en los minutos finales, a punto estuvo de llevarse el partido. Si no llega a ser por la extraordinaria actuación del portero de United, Alex Stepney, en un mano a mano con la “Pantera” Eusebio en el último minuto y al liderazgo en defensa de Bill Foulkes, los portugueses se habrían llevado el triunfo.
En la prórroga, tres goles en apenas cinco minutos al inicio del tiempo extra dan la victoria la United que consigue la primera Copa de Europa para un conjunto inglés. Inglaterra entera es una fiesta.
Al finalizar el tiempo reglamentario el resultado es de empate a uno. Pese a haberse adelantado por mediación de Charlton, a falta de quince minutos para el final el equipos lisboeta consiguió empatar y, en los minutos finales, a punto estuvo de llevarse el partido. Si no llega a ser por la extraordinaria actuación del portero de United, Alex Stepney, en un mano a mano con la “Pantera” Eusebio en el último minuto y al liderazgo en defensa de Bill Foulkes, los portugueses se habrían llevado el triunfo.
En la prórroga, tres goles en apenas cinco minutos al inicio del tiempo extra dan la victoria la United que consigue la primera Copa de Europa para un conjunto inglés. Inglaterra entera es una fiesta.
Una hora después de finalizar el encuentro, Bobby Charlton está tumbado en la
cama de su hotel. agotado, lleno de calambees, incapaz de dar un paso. A punto estaba de quedarse dormido cuando recibe una llamada. Sus compañeros le animar a bajar al salón del hotel para celebrar la
victoria. Varios de ellos llevan rato en bar del hotel festejando por todo lo alto lo conseguido.
Charlton toma en ese momento una decisión de la que se arrepentiría el resto de su vida. Víctima de los dolores muscular y preso de la fatiga decide quedarse en la habitación.
Toda la plantilla, excepto Bobby, está reunida. Listos para la que será una cena inolvidable. Los jugadores entran juntos al comedor entre los aplausos de los directivos, autoridades, familiares y amigos allí presentes.
Al llegar al centro del salón, los jugadores se detienen. El silencio se ha instalado en la sala. Las luces se apagan. Una luz ténue ilumina la cortina situada en la pared del fondo del salón. La cortina se descorre, lentamente. Tras ella, unos tras otro, van apareciendo, uno a uno, todos los supervivientes del desastre de Munich. Matt Busby coge el micrófono y, en lugar de hablar, comienza a cantar.
“I see trees of green, red roses too… and i think to myself what a wonderful world”.
Charlton toma en ese momento una decisión de la que se arrepentiría el resto de su vida. Víctima de los dolores muscular y preso de la fatiga decide quedarse en la habitación.
Toda la plantilla, excepto Bobby, está reunida. Listos para la que será una cena inolvidable. Los jugadores entran juntos al comedor entre los aplausos de los directivos, autoridades, familiares y amigos allí presentes.
Al llegar al centro del salón, los jugadores se detienen. El silencio se ha instalado en la sala. Las luces se apagan. Una luz ténue ilumina la cortina situada en la pared del fondo del salón. La cortina se descorre, lentamente. Tras ella, unos tras otro, van apareciendo, uno a uno, todos los supervivientes del desastre de Munich. Matt Busby coge el micrófono y, en lugar de hablar, comienza a cantar.
“I see trees of green, red roses too… and i think to myself what a wonderful world”.
FUENTES CONSULTADAS
ALFREDO RELAÑO "365 historias del fútbol mundial que deberías saber" Ediciones Planeta 2010
"Juego de Espejos" Radio Nacional de España: Radio Clásica 18 de Junio de 2012.
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"Identidad y Fútbol: el Barcelona como símbolo de subversión política" (enlace)
Fútbol y Emoción: La Historia más emotiva del Mundo del Fútbol
Reviewed by Ignacio Bellido
on
18:02
Rating:
Grifone.. belin el Genoa la mejor escuadra de fult bool del mundo aunque belin el Bennfica..Morando Sergio
ResponderEliminarEstas historias de futbol son para mi las mejores y mas inquietantes. Enhorabuena por la publicación
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