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Memoria Emocional: La Ansiedad por Ser el más Rápido

Después de la carrera olímpica de los cien metros lisos más rápida de la historia, los periódicos  reflejan hoy en sus portadas las fotos de Usain Bolt coronándose, de nuevo, como el rey de la velocidad.  Fue una carrera trepidante en la que todos los finalistas consiguieron correr por debajo de los diez segundos, todos menos uno: Asafa Powell, también jamaicano como los reyes de la velocidad Bolt y Blake, fue el único atleta que no bajó de la marca de los diez segundos. Hoy, mientras todos hablan de Bolt y de su asombrosa capacidad atlética, hablaremos de Asafa Powell y sus limitaciones psicológicas.

La carrera deportiva de Asafa Powell está poblada de grandes registros. No olvidemos que suyos han sido dos de los records mundiales de los 100 metros: 9,77 segundos que consiguío en 2005 y 2006, marca que rebajó en 2007 hasta los 9,74 segundos. Junto a esto Asafa fue considerado por la Federación Internacional de Atletismo (IAFF) el mejor atleta del año en el año 2006. Sin embargo, pese a esta extraordinaria carta de presentación el jamaicano nunca ha conseguido, pese a ser considerado como el gran favorito, alzarse con una medalla de oro ni plata en Mundiales u Olimpiadas en una prueba individual. Su mayor logro en una prueba individual fue un tercer puesto en los mundiales de 2009 celebrados en Berlín.


Los malos resultados de Powell en las grandes citas no se deben a un problema de preparación y entrenamiento que le impida rendir en un gran evento. El problema es de orden psicológico. Asafa ha visto afectado por un factor psicológico que merma su rendimiento justo en el momento en que éste debe ser el máximo posible: la ansiedad anticipatoria.

La ansiedad anticipatoria es una disfunción en el ordenamiento de procesos psicológicos que están directamente relacionado con la motivación. Asafa lleva toda su carrera deportiva movido por el deseo de mostrarse a sí mismo y al mundo que es el atleta más rápido del planeta. Sin embargo, su rendimiento se reduce cuando debe hacer dicha demostración en una fecha y hora determinada. Momento en el que la presión social a la que se ve sometido es mayor, con los ojos de medio mundo pendiente de diez segundos de entre los todos los años de entrenamiento y competición de su vida como atleta.

El exceso de motivación y presión social con la que encara la final de un Mundial u Olimpiada convierte a Powell en un velocista anodino. El hecho de saber que la gloria que pretende es su glorificación individual y verse coronado como el rey de la velocidad, en vez de actuar como impulso, actúa a la inversa y se convierte en un freno. Sin embargo, este hecho no tiene lugar cuando compite con el equipo de relevos jamaicano, con el que ha conseguido varias medallas de oro, porque entonces compite en aras de un resultado de equipo quedando su ego relegado a un segundo plano.

Asafa ha convivido durante toda su carrera con este lastre mental. Mucho de su trabajo a lo largo de estos años habrá estado encaminado a superar este obstáculo pero, a tenor de los resultados, parece que no le ha reportado ningún beneficio. Probablemente no se deba a la debilidad mental del jamaicano, sino que es una muestra del alto poder de influencia que tiene sobre nuestra conducta la memoria emocional. Esta memoria se activa en determinadas situaciones en las que aparecen una serie de estímulos que permiten identificarla: la presencia de medios de comunicación, correr con los colores nacionales, estar rodeado de los considerados mejores atletas de velocidad del mundo, el rugir de la grada,… La presencia de estos estímulos  provocan que Asafa, una y otra vez, ponga en juego conductas inapropiadas e inoperantes.

Parece que Asafa, como muchos políticos y dirigentes empresariales, toma las decisiones inadecuadas justo en el momento en el que éstas tienen mayor trascendencia. 
Memoria Emocional: La Ansiedad por Ser el más Rápido Reviewed by Ignacio Bellido on 13:07 Rating: 5

3 comentarios:

  1. Es verdaderamento curioso el caso de este atleta y de cómo la presión puede sobre él. Lo que no me queda tan claro es que pueda ser debido a un exceso de motivación.
    Me ha gustado mucho el concepto de memoria emocional. Creo que la mayor parte de nuestra memoria, si no toda, es puramente emocional. Todo lo que recordamos está bañado por las emociones. Es más como decía García Márquez la vida que hemos vivido no es la que hemos vivido si no la que hemos creido vivir y la que recordamos que no coincide con la real.
    Un saludo.

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  2. Por cierto, Ignacio. Soy aficcionado al atletismo. Lo práctico con asiduidad desde hace siete años y poco a poco he ido mejorando. Suelo competir (a mi nivel) en muchas pruebas y por mi experiencia, muchas veces la cabeza va a un ritmo diferente del cuerpo. Si la cabeza va muy bien, le extruja el 120% al cuerpo, pero al revés es mucho más difícil. Y también, en mi experiencia, es ella (la cabeza) cuando decide esforarse más o menos. Y esto es dificil de controlar.

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  3. Me recuerda a un cuento: "Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno, y las condiciones de trabajo, mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
    El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.
    –Te felicito, sigue así –dijo el capataz.
    Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.
    A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
    –Debo de estar cansado –pensó. Y decidió acostarse con la puesta del sol.
    Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
    Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento. El capataz le preguntó:
    –¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?
    –¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles”.

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