Juego y Desarrollo del Niño: La Calle como Espacio Educativo y de Maduración
Hace sesenta años, a mediados del siglo XX, comenzó el
proceso migratorio del campo a la ciudad, en busca de un puesto de trabajo y
con el consiguiente abandono de las tareas propias del campo, con ello empezó a
perderse, gradualmente, el contacto con la naturaleza. En la actualidad, recién
iniciado el siglo XXI, podemos observar que a al menor contacto con la
naturaleza se le ha sumado el escaso contacto con la calle de los niños de hoy.
Recluimos a nuestros menores en espacios cerrados en una
continua búsqueda de sus talentos, para ello los convertimos en niños
multitarea: clases de inglés, piano, hacer los deberes, práctica de algún
deporte… No quiero decir que ocupar el tiempo de un niño en estas actividades
sea negativa, sino que con ello les estamos privando de un elemento clave de su
desarrollo: la espontaneidad. Gran parte de las actividades de un niño,
especialmente durante el período escolar, son de carácter organizado,
privándoles de los encuentros y juegos casuales que se producen en un contexto
de encuentro como el que tienen lugar en
la calle.
Esta tendencia a la reclusión de los menores en entornos
controlados, que también se producen en la propia calle: pues vemos cómo acuden
en masa a lugares protegidos de los parques de nuestras ciudades en donde se
les ofrecen entornos de juego limitados, todos iguales, indistintamente de la
ciudad en la que nos encontremos, y con una tendencia a producirse bajo un
estado de vigilancia y alerta por parte de los adultos. Esto provoca que el
niño perciba el miedo del adulto a la ciudad y a sus semejantes y, con ello, un
desconocimiento profundo de su entorno y de las posibilidades de encuentro que
en él existen.
Los adultos parece que hemos olvidado que en la infancia
jugar es casi tan importante como respirar. Hemos de tener presente que
mediante el juego favorecemos el desarrollo y la maduración cerebral del niño,
especialmente del lóbulo frontal, pues a través de él se activan diferentes
áreas del cerebro relacionadas con la toma de decisiones, la motivación y las
vinculadas a las relaciones de nuestro cuerpo con el espacio y el entorno. El
juego es, no lo pasemos por alto, una necesidad de nuestro sistema nervioso.
El juego es una valiosa herramienta que permite al niño
aprender a inhibir y regular sus respuestas más impulsivas y emocionales. Se
convierte en un regulador de las emociones futuras gracias a la existencia de
múltiples interacciones sociales con quienes se comparte el contexto del juego.
El acto de jugar es un alegato a favor de la autonomía del niño, una muestra de
que existen espacios en nuestra convivencia que los adultos no utilizan y que
son ideales para el desarrollo del menor.
Aprovechar la calle como recurso educativo es un valor que
habla del desarrollo de una sociedad. Si recluimos a nuestra infancia a
espacios protegidos, donde la vigilancia del adulto está siempre presente: ya
sea tareas extraescolares o recurrir al centro comercial como recurso para el
ocio presenta un gran inconveniente. Cuando el niño se convierta en adolescente
y los padres tengan que renegociar las normas y pautas de comportamiento, tras
una infancia hipercontrolada y regulada, comenzarán a surgir conflictos a
consecuencia de no haber facilitado la autonomía y la capacidad de adaptación a
situaciones variables que demandarán en él una muestra de su independencia y
capacidad de decisión.
Juego y Desarrollo del Niño: La Calle como Espacio Educativo y de Maduración
Reviewed by Ignacio Bellido
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20:01
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Antes los niños pasaban (pasabamos) buena parte de nuestro tiempo libre en la calle. Y creo que aun se hace así en localidades pequeñas. Desgraciadamente, con el desarrollo y el crecimiento de las ciudades ésta faceta ha tenido que sacrificarse, como tantas otras. Es un precio que hay que pagar.
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