Influencia y Atajos Mentales: Compro lo que Compras
En nuestras decisiones entran en
juego grandes proporciones de conducta imitativa y gregaria. Mostramos, como
consumidores, una tendencia a la reproducción del comportamiento de otros y a
mostrarnos gregarios. La conducta y las creencias de los demás afectan a
nuestras decisiones, es lo que se conoce como influencia social. Cuando
visitamos una ciudad descubrimos que hay una gran cantidad de restaurantes que
nos ofrecen comidas similares a precios prácticamente idénticos durante los
mismos horarios. ¿Qué restaurante elegiremos para comer? Probablemente
elegiremos aquel en el que cuando pasemos junto a sus puertas veamos a una
mayor cantidad de gente comiendo en su interior. El éxito de un restaurante en
una zona turística no depende tanto de su ubicación o de su ambientación, sino
de cuál es el primero en conseguir que los visitantes ocupen sus mesas nada más
iniciar el servicio de comidas. Otro medidor que se utiliza en la hostelería
para medir la calidad de los productos que ofrece es la cantidad de servilletas
que hay a los pies de la barra.
El ejemplo de cómo elegimos donde
comer cuando somos turistas muestra la importancia de la influencia en el
proceso de toma de decisiones. Cuando vemos a un número considerable de gente
comiendo en un restaurante asumimos que
si tanta gente ha tomado esa decisión es porque es la más acertada, evitando
tener que invertir energías y esfuerzos en recopilar información sobre cada
restaurante antes de decidir. Lo mismo sucede con la importancia que se concede
al boca a boca que no es más que la muestra más evidente de la importancia de
la influencia. Cuando alguien que consideramos relevante para nosotros nos
aconseja acerca de las virtudes de un producto de una marca determinada o
acerca del último estreno que vieron en el cine, cuando nos veamos frente a una
elección similar adoptaremos el “atajo mental” que esta persona nos ofreció
para tomar la decisión y entraremos en la sala de cine donde se proyecta la
película mencionada o compraremos el producto sobre el que nos asesoraron.
Estos atajos mentales no son más que
conductas gregarias e imitativas que ponemos en práctica para ser aceptados
socialmente. Le debemos al psicólogo Solomon Asch el conocimiento de cómo
afectan a nuestras elecciones la presión social sentida por el individuo y cómo
cambiamos nuestras opiniones o conductas como resultado de un presión real o
imaginada que otros ejercen sobre uno. El experimento cásico de Asch se centra
en descubrir cómo la presión de grupo puede alterar nuestros juicios
perceptivos.
La situación es la siguiente: nos
hemos ofrecido como voluntarios para participar en un experimento relacionado
con la percepción. Entramos en una sala en la que se encuentran otros ocho
individuos (colaboradores con el experimentador), todos permanecen sentados en
círculo de tal manera que sea posible el contacto ocular, en los que se nos
muestra un conjunto de líneas simultáneamente. La tarea consiste en indicar, en
voz alta y ante el resto del grupo, cuál es la línea de mayor longitud (la
respuesta es evidente). Los ocho cómplices del experimentador ofrecen
respuestas descaradamente erróneas pero unánimes lo cual no deja de
sorprendernos. Pero lo más sorprendente es que cuando tengamos que dar la
respuesta, seremos los últimos en intervenir, descubrimos que una de cada tres
respuestas que daremos a los problemas planteados se plegará a los juicios
incorrectos del resto del grupo, aún a sabiendas de que estamos ofreciendo una
respuesta equivocada.
¿Realmente somos tan manipulables?
Verdaderamente es así, y más aún cuando entran en juego sanciones en caso de no
someternos a esa presión. Personalmente no me gusta calzar zapatos y por norma
general utilizo zapatillas porque las considero más cómodas e igual de vistosas
y elegantes que un zapato. Sin embargo, hay situaciones en las que me veo
obligado a vestirlos: cuando debo entrevistarme con un cliente, acudir a algún
acto social de carácter empresarial o simplemente cuando acudo a la boda de
algún compañero de trabajo. ¿Por qué me dejo someter a esta presión?
Sencillamente porque los perjuicios que me supondrían no hacerlo resultan
evidentes: perder presencia social de la empresa, causar una impresión negativa
en los clientes, defraudar a una persona querida… Algo muy curioso que te
gustará saber a ti, lector, es que con la situación que acabo de describir
verás confirmadas tus sospechas de cómo los demás se muestran conformistas y
con qué facilidad se doblegan a la presión de los demás. Afirmarás rotundamente
que, en tu caso, no te doblegarías, aunque siento decirte que estás equivocado.
No sólo somos gregarios de los demás,
sino que también somos gregarios de nosotros mismos, es decir, decidimos en
base a cuáles fueron nuestros comportamientos previos. Descartada la idea de
que cada vez que nos enfrentamos a una decisión activamos el circuito racional
de decisión, sino que simplemente lo hacemos la primera vez que nos enfrentamos
a dicha elección. Si el resultado en esta primera elección fue positivo la
próxima vez tomaremos el atajo mental de elegir la misma alternativa que
adoptamos en la ocasión anterior y nos seguiremos a nosotros mismos. Con esto,
las empresas y publicistas saben que sólo tienen que ser capaces de
convencernos una vez para generar en nosotros la inercia de que el nos
convirtamos en clientes fieles.
Influencia y Atajos Mentales: Compro lo que Compras
Reviewed by Ignacio Bellido
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11:27
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