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La libertad del prisionero



Los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial se gestionaban en base a la premisa de que si un prisionero vivía era a costa de otro que debía morir. Viktor Frankl, un psiquiatra austríaco que estuvo recluido en diferentes campos, nos ofrece en su obra “El hombre en busca de sentido” un retrato de lo allí vivido que nos ayuda a entender cómo se puede soportar el horror allí sufrido y cómo vencer el deseo de poner fin a la propia existencia bajo tan terribles circunstancias.


La entrada en un campo de concentración se convierte en una primera batalla contra la muerte, puesto que en ese momento, se produce una primera selección en la que se determina quién pasa a ser considerado fuerza de trabajo y quién va camino de la cámara de gas. El ingreso de un prisionero consiste en despojarle de todas sus pertenencias (ropa, joyas,fotografías…), arrebatarle todo lo que posee, despojándole de cualquier vínculo material con el exterior. Junto a esta privación de vínculo materiales también se le despoja de la singularidad de su imagen a través del proceso de desinfección (eliminación de todo el vello corporal) y dándole las ropas de prisionero. A partir de este momento el prisionero se queda carente de referencias externas que lo individualicen y le confieran identidad comenzando a vivir una existencia desnuda en donde pasa a ser considerado un número.


Los primeros días en el campo de concentración se viven bajo un fuerte estado de shock caracterizado por una ausencia de temor a la muerte y por la vivencia bajo la ilusión ser indultados en el último momento. Unidos a estos sentimientos el prisionero experimenta una gran curiosidad por el funcionamiento del campo ya que, pese a verse abandonado sin resistencia al transcurso de los acontecimientos, quiere comprender el significado de lo que sucede y para ello recurre a la estrategia del distanciamiento de la realidad con el objetivo de entenderla de forma objetiva.


Una vez superados esta primera etapa en la que el prisionero comprende que si quiere garantizar su supervivencia debe aparentar capacidad de trabajo ya que de no hacerlo su vida se verá seriamente comprometida. Toda vez superado el estado de shock inicial se comienza entonces a vivir bajo un estado continuo de apatía emocional y muerte sentimental en la que sentimientos de piedad, horror, indignación… se encuentran ausentes ya que mediante esta estrategia es posible permanecer impasible ante los sufrimientos diarios con los que han de convivir. El único instinto que guía la conducta del prisionero es la obtención de alimento, ya que las interminables jornadas de trabajo que deben soportar y la escaso ración de comida que reciben provoca la merma del estado físico de los prisioneros quienes ven cómo su organismo pasa a alimentarse de las proteínas y grasas de sus músculos para poder sobrevivir, lo cual confiere a los prisioneros esa imagen que tan nítidamente tenemos todos presentes cuando se menciona cualquier campo de concentración.


Aún bajo estar circunstancias miles de personas sobrevivieron a la vida bajo tan extremas circunstancias, aún sintiéndose despojados de toda dignidad y creyéndose degradados hasta lo más ínfimo del ser humano, pues todavía poseían un mínimo nivel de libertad: la opción de elegir la actitud con la que afrontar cada día. La libertad de espíritu le permitió a aquellos que a la llegada a los campos parecían físicamente más frágiles sobrevivir, porque poseían la capacidad de abstraerse a la realidad exterior y conservar un área para su libertad interior. Frankl defiende, basándose en su experiencia vital, que todo ser humano es capaz de afrontar y enfrentarse a cualquier sufrimiento, aún sabiendo que su único destino es sufrir como era la experiencia de los prisioneros o cuando hay que hacer frente a una enfermedad terminal, si es capaz de conquistar algún valor o de dotar de un sentido a su existencia a través del sufrimiento. La experiencia le dice a Frankl que aquellos que abandonaron su perspectiva de futuro o que basaban su existencia en recuerdos dejando que su existencia dependa del azar el sujeto entra en un estado de anquilosamiento físico y mental que afecta directamente a su estado inmunológico y merma sus opciones de superviviencia.


La conclusión a la que podemos llegar después de recorrer la obra de Viktor Frankl es que aún en circunstancias tremendamente difíciles y adversas es posible encontrar en ellas una oportunidad de crecimiento y desarrollo personal que va más allá de uno mismo. Si somos capaces de otorgarle un porqué a nuestra existencia seremos capaces de soportar cualquier cómo, puesto que seremos capaces de conseguir de esta manera que la vida espere algo de nosotros y no a la inversa.
La libertad del prisionero Reviewed by Ignacio Bellido on 8:58 Rating: 5

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